El mercado de Santo Domingo fue construido en 1876. Sus dos plantas suman un total de 45 puestos en donde podemos ver y comprar frutas, pescado, carnes, embutidos, pan, pollos, pastas, frutos secos, encurtidos e incluso flores. Se esconde detrás del Ayuntamiento bajando una escalinata. Hoy en día, sobre todo los jóvenes, no estamos acostumbrados a comprar en mercados, somos ‘hijos’ de las grandes superficies o de la cadena de supermercados. El griterío y la espontaneidad del día a día de un mercado nos resulta cuanto no menos pintoresco.
Quizá sea ese aire pintoresco lo que imprime de encanto a este mercado de Pamplona. A un lado y a otro de los pasillos, un sabor antiguo invade los puestos repletos de mercancía. Allí estaba yo una mañana a eso de las 11. Llegué con mi cámara, con la esperanza de que los tenderos fueran amables y se dejaran fotografiar. Un tanto avergonzada empecé a disparar el flash primero desde una posición alejada del bullicio para ir tanteando el terreno. Al ser bastantes los que estábamos realizando la práctica me sentí menos cortada. El truco era ver qué puestos se estaban dejando inmortalizar para ir yo y preguntarles si les podía hacer también una fotografía después o preguntar: ¿El de la carne de la esquina es simpático? y si lo era ir y hablar con él.
Estuve un rato sin hacer fotos, en las escaleras de subida a la segunda planta observando a la gente que se encontraba allí. La mayoría eran jubilados, de los cuales la mitad no compraba, sólo miraba. Al fin y al cabo, pensé, cuando uno no tiene con qué entretenerse y está aburrido, el pasear por el mercado Santo Domingo puede convertirse en lo más relevante del día.
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