martes, 16 de octubre de 2007

pequeña Gran muñeca




















A pesar de parecer tan grande en las fotos, esta muñeca apenas mide veinte centímetros. Es un regalo de mi madre cuando hace tres años vine a Pamplona. Hasta hace poco la tenía aún envuelta en la bolsa de celofán en la que me la regaló. Tenía miedo a que se estropeara y, como el vestido está hecho a mano, me daba pena quitarla. Es más, todavía tiene la etiqueta puesta.

Le tengo cariño. La miro y me acuerdo de las muñecas que tengo en mi casa de Zaragoza. Las de allí tienen compañía; está sola. Siempre reposa sobre la almohada de mi cama acompañada de tres peluches más: un burro (Ígor), un oso (Ursus), al que le he dedicado una foto, y un perro. La veo todos los días y, como suele ocurrir con las cosas que vemos a diario, no me había detenido a fijarme nunca en los detalles. Al hacer las fotos, sobre todo al verlas después, me he dado cuenta de lo real que parece. Los dos luceros azules que se ven en la foto, apenas son dos lentejillas que se hunden en la concavidad de su mirada. Las manitas forman lorzas como las de los recién nacidos... y así podrá seguir describiendo sucesivos detalles.

No tiene nombre. Le han intentado bautizar, pero sin ningún éxito. Prefiero llamarla 'muñeca', sin más. La que me ve todos los días cuando me levanto y cuando me acuesto. La que me ve estudiando y también arreglándome para ir a clase. La que me debería mandar callar cuando protesto porque 'no tengo nada que ponerme'. La que me ve feliz, agobiada, aburrida, ilusionada, andando de aquí para allá con las prisas de siempre... Estoy segura de que, si supiera hablar, sabría definir como soy, incluso mejor que yo.


















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